Lo tempestuoso de la epidemia de coronavirus. Lo imparable que hasta ahora ha sido, como si fuera una calamidad natural –tipo huracán o terremoto– tiene a la humanidad asustada. Afortunadamente, no en pánico. Sabemos que la transmisión del virus se puede controlar –y mucho se ha logrado– con el concurso de la inteligencia y voluntad. Eso es un aliento en esta calamitosa situación.
Alienta saber que en los más importantes laboratorios del mundo se está investigando sobre el comportamiento del coronavirus y, en tiempo récord, se han producido resultados. Ya se sabe cómo se transmite y por tanto, cómo controlarlo. Falta el medicamento específico para curarlo y la vacuna para evitarlo clínicamente. Llegará. Para eso está la inteligencia y, claro, los recursos y el tiempo.
Es alentador apreciar la voluntad de gobiernos que han tomado medidas radicales para impedir la expansión del virus, como el confinamiento estricto. En esta pandemia no puede haber medias tintas. Además, las decisiones gubernamentales de concentrar todos los esfuerzos en salvar vidas. Ahora no hay tiempo para la diatriba política, a luchas por el poder. El debate crucial: ¿qué es prioritario, la salud o la economía?
La respuesta de la sociedad
Ha sido alentador ver cómo ha respondido una gran mayoría a las recomendaciones de prevención: hay que quedarse en casa, y nos hemos quedado. No hay que acercarse mucho a otras personas en sitios públicos, y nos hemos alejado prudencialmente. Hay que usar mascarilla y guantes, pues se usan. Claro, si se tienen. Motivos para aplaudirnos.
Lo que no puede la gente en esta emergencia mundial es resolver lo que le toca a cada gobierno como conductor y a otras esferas de poder. La gente puede presionar, exigir lo que considere necesario, pero las decisiones las toma quien manda. Y este es un momento de mucha impotencia colectiva e individual, en particular para la movilización política. Tan simple: salir de casa, una forma de exigir y protestar por políticas erradas, es arriesgar la vida, no solo por la posible represión, sino por el coronavirus.
En este momento, en todo el mundo, la prioridad tiene que ser detener la expansión del coronavirus. Una persona, un gobierno que no coincida con ello, pone en riesgo a la humanidad. Si no logra controlarlo, el virus seguirá viajando y al viajar, el mundo entero quedaría en riesgo.
Por ello, el gobierno y los demás sectores políticos y económicos de cualquier país tienen que dar una tregua a la confrontación. Buscar puntos de acuerdo para lo que es prioritario: salvar vidas.
La otra preocupación determinante por pandemia del coronavirus es la economía no solo de los países, de las empresas sino de la gente. Los ingresos de millares de grandes, medianas y pequeñas empresas se han paralizado y con ello la paga de los trabajadores, igual la producción de trabajadores independientes, quedando sin recursos para su manutención y de las familias.
La crisis en la economía debido al coronavirus puede tener efectos devastadores en los más pobres y en los más jóvenes. Toca a los economistas hacerse sentir, a los sectores empresariales, gubernamentales y comunitarios buscar soluciones que impidan que los que tienen menos vean empeorada su situación.
Ante la crisis económica de la gente por la pandemia, los países pobres requieren con urgencia de medidas internas que les permitan un mayor rendimiento de sus pocos recursos y la ayuda de los organismos financieros internacionales, inclusive de los países más ricos.
Así como las personas con el sistema inmunológico debilitado, enfermedades crónicas y vejez constituyen los grupos más vulnerables poblacionalmente ante el coronavirus, la ayuda económica a los países pobres, por ser los más vulnerables ante la pandemia, tiene que ser una prioridad internacional. El negarle ayuda a estos países, o discriminarlos, cualquiera sea la razón, es un acto criminal.
Así como es necesaria una tregua entre los sectores opuestos a nivel nacional, hay que exigirla en la confrontación internacional para evitar un genocidio de pobres. Daría un aliento que los organismos transnacionales demuestren su razón de ser, su poder, logrando un acuerdo en este sentido.
Debido al coronavirus, los recursos fiscales se tienen que destinar con prioridad al sector salud y a los auxilios financieros necesarios a todo nivel. Esto merma los recursos que corresponderían a otras áreas, como educación, infraestructura, agricultura, cultura, industrias básicas, entre otros.
Ante este sombrío panorama, la humanidad necesita un aliento. Está en ella misma, sus gobiernos, sus empresas, sus instituciones, conseguirlo. Nadie puede fallar.
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