La fecha es propicia para hacer un balance, echar un vistazo hacia atrás, puntualizar la situación nacional y compartir algunas apreciaciones sobre el futuro. Quedan poco más de 15 días para que termine el año y nadie podría sospechar algún evento estremecedor que le dé un vuelco al relato gubernamental, por lo cual no sería exagerado dar por cerrado esta vuelta de la Tierra.
Empezamos el primer trimestre con un debate que nos consumió las perspectivas. Nos gastamos las energías en el dilema de escuchar los argumentos de quiénes promovían la participación en la elección presidencial y aquellos que invitaban a la abstención. Finalmente, se prefirió el mutismo y ahora toca sobrevivir con esta administración por 6 años más.
En materia económica, todo el año estuvo marcado por decisiones significativas –aunque no positivas- y ha sido interminable la cadena de absurdos con un trágico balance. Nos derrochamos los días con una reconversión monetaria (que en poco tiempo tenemos que remover tres ceros más) que se implementó con postergaciones y circo; con aumentos salariales que se diluían en un parpadeo; con intentos de anclaje de nuestra moneda a unidades de valores de ficción; con una hiperinflación afirmando todo su poder destructivo; con todos los sectores industriales agonizando –mención especial el petrolero-; sufriendo una dolarización de facto y batiendo récords vergonzosos en todos los indicadores económicos.
Si nos referimos a los temas sociales, se puede decir que no existió un solo día que no se manifestara por reivindicaciones salariales, mejor atención hospitalaria, plegarias por alimentos en los comedores escolares –y en los hogares-, demandas por el suministro de algún servicio básico y súplicas para que la delincuencia cese.
En síntesis, la tragedia social se expandió, y en mayor o menor medida, todos los grupos socioeconómicos sufrieron las calamidades. Semana tras semana, diversas organizaciones internacionales dedicadas a la divulgación de estadísticas sociales, han desnudado la catástrofe y pocos dudan de la urgente necesidad de apoyo humanitario. Sin olvidar el fenómeno migratorio que ha sido motivo de discusión regional permanentemente.
El balance es negativo
Con respecto a los asuntos políticos, el año transcurrió con una administración gubernamental ampliamente deslegitimada; habitando una nación donde rige un Presidente que puede tomarse fotos con indulgencia solamente con tres o cuatro mandatarios por ahí; se contaron más persecuciones que terminaron con la anulación de varios partidos políticos y varios dirigentes opositores en el exilio; el hundimiento de la institucionalidad sucumbió muchos peldaños más y la desconfianza ciudadana exacerbada riega la anti política peligrosamente.
Los últimos meses llegaron con penosos crímenes y más violaciones a los derechos humanos; aparecieron escándalos de narcotráfico y corrupción revelados desde el exterior; unas maniobras militares que provocan bostezos y una farsa electoral que sólo produjo indolencia.
En relación a lo que viene, a mi juicio, el año 2019 estará marcado por más confesiones de ex jerarcas implicados en corruptelas que sacudirán el ambiente nacional; la hiperinflación se devorará la moneda patria a ritmo alucinante; muchas empresas repetirán la misma suerte de Goodyear, Kellogg’s, Procter & Gamble, Kimberly Clark, General Motors, Clorox y tantas otras que dijeron adiós; se duplicará la huida de venezolanos al extranjero, y de forma insólita, probablemente nos convertiremos en un país importador neto de petróleo.
Amarga y duele pronosticar estos sucesos. Quiero fallar en todos, no lo duden, porque la concreción de todos estos malos augurios significa sufrimiento individual, desconsuelo familiar y desgracia nacional.
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