10 nuevos casos de COVID-19 en Venezuela
10 nuevos casos de COVID-19 en Venezuela Credit: EFE (Archivo)

Cómo se habrán dado cuenta en otras entregas soy un fanático de Venezuela. Por eso, jamás me verán hablar mal de nuestro amado país, aunque pueda ser muy crítico con situaciones de carácter político, social y económico, y de las que son responsables directos nuestros dirigentes, y en menor o mayor medida, somos cómplices todos los venezolanos, aunque duela escucharlo.

Lamentablemente, no puedo vivir del amor que le tengo a Venezuela, y tengo que trabajar como asesor financiero, en una muy longeva firma británica de consultoría, asesoría financiera y banca de inversión.

A principios de esta semana, recibí la llamada de un fondo alemán de capital privado, referido por nuestra casa matriz de Londres, interesado en conocer sobre nuestro país, con el objeto ver opciones de inversión de capital de riesgo. Si bien, es cierto que la economía nacional está viviendo un momento de incipiente y tímida activación, y los inversionistas foráneos comienzan a ver Venezuela como destino de inversión, no me esperaba una llamada de un fondo europeo y menos de Alemania. Lo digo, por lo “radioactivo” de las sanciones, lo conservador de los fondos de inversión de esas latitudes, y la pésima imagen que tiene Venezuela  en la mayoría de los países de la Unión Europea, por razones políticas.

Después de las presentaciones de rigor, Hans Gutenberg  – sí, como el de la imprenta-, socio sénior del fondo con sede en Múnich, comenzó a preguntarme sobre aspectos sociales, políticos y económicos del país. Pidiéndome opiniones a “juicio experto” sobre algunos elementos precisos.

—¿Entonces consideras que el fenómeno de pobreza ha mejorado? ¿Qué porcentaje de la población crees que vive en pobreza crítica?. A nosotros, nos muestran acá en Alemania, que Caracas y otras ciudades de Venezuela están plagadas de indigentes que deambulan “como zombis” en búsqueda de comida y que pueden asaltar y maltratar a la gente que anda caminando a sus trabajos o a sus casas. También nos dicen que es imposible transitar sin carros blindados, porque pueden dispararte y secuestrarte en la calle. Incluso, un amigo venezolano, me comentaba el fin de semana, que entre la situación de Venezuela y Afganistán, poca diferencia había.

Cuando escuché al alemán decir tal sandez, me sorprendió un poco. Pero, la realidad es que hemos sido nosotros mismos, los venezolanos junto con los gringos, sin duda, los que hemos generado esa imagen del país en el exterior, con fines políticos, o que sé yo, con que otra intención perversa. Los venezolanos, a diferencia del resto de los latinoamericanos, quienes suelen ser más nacionalistas, nunca hemos sido proclives a hablar bien de nuestro país en el exterior, contrariamente, nos decantamos por mostrar las costuras, huecos, defectos, calamidades, y pocas veces nos dedicamos a enseñar las bondades y generosidades que ofrece nuestra patria. No hablar “maravillas” de Venezuela denota poco nacionalismo. Ahora, pintar a Venezuela como un país devastado por hambrunas masivas y hasta confrontaciones bélicas o tribales, es un acto flagrante de anti-patriotismo.

Venezuela sin duda atraviesa una crisis económica, social y política, que quizás sólo encuentre comparativo histórico en nuestra guerra de independencia y la guerra federal, pero nuestra gente, sí nuestra gente de a pie, no el gobierno, despliega sus mejores recursos, desde el bastión de la actividad privada informal para aprovechar la apertura de las autoridades a la dolarización de facto del país, así como a un modelo económico más liberal – que esperamos se profundice – con menores controles centrales de operaciones y de precios. Se suma a lo anterior, un régimen arancelario y de importaciones realmente laxo, que nos permite una reinserción «a cuotas y de una manera cavernícola” en el mercado internacional. La fórmula mencionada ha servido como incentivo para un significativo incremento de la actividad comercial y el consumo interno.

Mientras el técnico de la nevera me cobra 120 dólares por hacerle el mantenimiento y cambiar el líquido refrigerante, un comerciante informal le ha vendido el refrigerante y un alicate que necesita, a un precio más bajo que los proveedores tradicionales. Los precios más bajos de sus utensilios de trabajo son posibles porque pueden ser importados “puerta-a-puerta”, sin pagar impuestos. Además, usa como canal de venta Instagram, de modo de no tiene gastos de arrendamiento, mantenimiento, ni laborales, propios de un local comercial.

A su vez, el técnico de la nevera usa esos 120 dólares para comprar comida o productos de higiene, nacionales o importados, que le venden comerciantes informales a menores precios.

Otra historia pasa con los empresarios y comerciantes tradicionales, que con cargas operativas y fiscales enormes, tratan de competir con esa economía informal emergente, reinventarse, e incluso a veces en la informalidad, un tanto, para poder encontrar espacios de mercado y sobrevivir. 

Si bien lo narrado, da cuentas de cierta mejora del intercambio económico y del consumo en Venezuela, también nos conduce a la destrucción del ya magro aparato productivo nacional.

La semana entrante sigo la conversación con Hans.

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