Una herramienta extraordinaria
En todos los estudios de opinión que se realizan en Venezuela, sean de carácter cuantitativo, cualitativo o mixto, la importancia del uso del WhatsApp como aplicación útil, tanto para las comunicaciones personales y familiares como para asuntos domésticos, de trabajo y hasta políticos, crece cada día. Es increíble, pero hasta para la educación en plena pandemia, ha sido una herramienta demasiado valiosa para atender las necesidades en función de poder cumplir los fines académicos respectivos. Ni que decir de la información que a diario circula a través de ella, que permite a la gente conectarse con el mundo en tiempo real. Pero existe un comportamiento que se está generando a partir de su excesiva utilización y es el de la participación política. Cada vez más personas se están vinculando a muchos grupos de WhatsApp en temas políticos y públicos que se han convertido en centros de debate diario sobre la situación del país, lo cual no es malo, pero puede tener sus consecuencias.
¿Perspectiva real?
¿Puede brindarnos un grupo de WhatsApp una verdadera perspectiva de lo que ocurre a nuestro alrededor sin necesidad de contar con la interacción personal? Es algo que muchos investigadores se están comenzando a preguntar. Esta aplicación facilita la interacción de manera tecnológica como nunca antes la habíamos tenido, pero puede provocar desmovilización si solo nos atenemos a ella. Mucha gente en la actualidad prácticamente hasta pontifica por los diversos grupos en los que se involucra y allí se crea una especie de “micro clima de opinión”, que muchas veces confundimos con lo que en realidad está ocurriendo en el mundo real. Se tiende a creer que cuando estamos demasiado circunscritos a los grupos de WhatsApp, la frase “todo el mundo dice que” pareciera que fuera una muestra representativa de carácter estadístico del universo poblacional. Amén del cúmulo de desinformación que circula a diario, ex profeso, tratando de orientar conductas políticas partidarias.
Sin participación no hay democracia
Si bien es cierto que hemos estamos sometidos a una terrible pandemia desde enero del 2020, la cual ha afectado severamente nuestra vida en comunidad y ha limitado el ejercicio ciudadano por la necesidad de evitar la proliferación de contagios, también lo es que las relaciones interpersonales y la participación en la vida pública de un país no pueden sustituirse por la virtualidad masivamente. Entendemos que WhatsApp ha permitido mejorar la interacción comunicacional y la divulgación de ideas. No obstante, creer que todo se reduce a lo que circula por allí, puede convertirse a la larga en un obstáculo enorme a la participación política si nos atenemos exclusivamente a esta app. Saber utilizarla, filtrar adecuadamente lo que es desinformación y parálisis participativa, además de comprender que lo que se refleja allí efectivamente puede ser parte de lo que se siente en el entorno real, más no en términos absolutos, es clave para no tomar posiciones recalcitrantes que no conducen a procesos de integración o construcción de una república de ciudadanos. “Si las personas no confían en sus gobiernos porque los sienten muy lejanos, la tecnología puede ayudar de diversas maneras a reducir esa distancia entre la ciudadanía y el gobierno. La tecnología puede ayudar a activar y acelerar los cambios sociales que se requieren para tener un mejor país, pero recuerda que es una herramienta y no un fin en sí mismo. Tampoco podemos decir que la tecnología vendrá a solucionar todos los problemas que tienen las democracias. Eso sería bastante ingenuo e iluso. Más bien, estamos en un momento en el que todos y todas vamos aprendiendo a cómo usar las Redes Sociales y a cómo emplear la tecnología para abrir nuevas maneras de participación y de expresión en los sistemas políticos.” Esta reflexión que tomamos del “Faro democrático” de México nos puede servir de marco para un debate que apenas comienza.
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