En la práctica, dos instalaciones de Parlamento hubo este 5 de enero en Venezuela. Uno de mayoría chavista y otro dirigido por Juan Guaidó, ambos se proclaman como legítimos.
También hubo dos discursos, uno pronunciado por Jorge Rodríguez como primer presidente del Legislativo electo el 6 de diciembre de 2020 y otro por el líder de la oposición que ganó las parlamentarias de 2015. Ambos, ricos en elementos políticos, pero pobres en alternativas concretas a problemas como los bajos salarios, hiperinflación, hambre, crisis sanitaria y educativa.
De las palabras de Rodríguez se resalta el llamado al diálogo nacional con todos los factores políticos, incluido el sector de Guaidó, sin que falte la advertencia de que los delitos por traición a la patria no serán perdonados. También las promesas del rescate de la institucionalidad de una AN que no es reconocida por media América, ni organismos como la Unión Europea y el Grupo de Lima y que el capitolio se convertirá en una tribuna de debate de las soluciones a los problemas del país.
Guaidó por su parte, llamó a la unidad del liderazgo antichavista representado por figuras como Henrique Capriles, María Corina Machado y Leopoldo López, entre otros, para lograr la anhelada transición política. Aseguró que vale la pena seguir adelante para que los venezolanos recuperen su calidad de vida y desestimó anticipadamente el llamado a diálogo de Rodríguez por considerarlo no auténtico y «vacío».
Obligados a dialogar
Para el politólogo, Jesús Castellanos, del discurso del exministro de Información y Comunicación, se desprende un aviso de persecución política contra los diputados que declararon la continuidad del Parlamento elegido en 2015, pero también a pesar de la confrontación, la posible búsqueda de conversaciones para propiciar puntos de encuentro con los adversarios.
Cree que su designación como presidente de la AN electa el 6 de diciembre de 2020 en lugar de un Diosdado Cabello, pudiera ser una señal de Miraflores en ese sentido. Este miércoles el gobernante Nicolás Maduro dijo que apoya el diálogo pero sin impunidad.
El chavismo ha dicho que los diputados salientes, especialmente la junta directiva que los dirigió en 2019 y 2020, deben pagar con cárcel haber solicitado sanciones internacionales contra el gobierno de Maduro y haber causado el congelamiento de activos en el exterior, principalmente por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Pese a ello, Castellanos no ve cerca aún una eventual detención de Guaidó, puesto que el Poder Político todavía lo considera como un error en las actuales circunstancias.
“Ambos órganos están atados de diferentes formas. La de AN revolucionaria del 6 de diciembre posee la capacidad del régimen para imponerse pero tiene prácticamente un país en contra y un mundo democrático que la desconoce. Y si eso no fuese suficiente, su base de apoyo popular, que es mínima”, advierte a Efecto Cocuyo.
Mientras que la AN de 2015, señala, ha visto reducida su capacidad efectiva de acción, en vista de las dudas dentro y fuera del país sobre la validez de su continuidad. Aunado a ello, se enfrenta al fraccionamiento opositor ante la falta de resultados de la estrategia para un cambio de gobierno en Miraflores.
¿Negociar qué?
Esto, recuerda, viene del hecho de que ninguna de las dos Asambleas posee un sustento jurídico sólido, tienen fallas estructurales desde el punto de vista político y graves problemas de legitimidad. De allí que, subraya, “ya no existe una institucionalidad constitucional y real en Venezuela“.
Ante ese panorama, sostiene que tanto el chavismo como la oposición estarán obligados a negociar. “La posibilidad de algún acuerdo hoy pareciera remota, aunque sospecho no es imposible dadas las restricciones de ambas instancias”, augura.
¿Pero negociar qué? Al respecto, el politólogo, Benigno Alarcón advierte que quien tiene el poder y no lo ve amenazado, no lo negocia, por mucha presión interna y externa que tenga encima.
“Una salida negociada siempre es lo deseable, pero quien tiene el poder no negocia el poder (puede negociar otras cosas como sanciones, inversiones, etc.) porque nosotros o la comunidad internacional se lo pidan todos los días. Quien tiene el poder negocia cuando teme perderlo”, expresa en su cuenta de Twitter.
¿Y las soluciones?
Tanto Rodríguez como Guaidó se refirieron a la crisis social y económica del país. El primero para culpar a las sanciones internacionales que según sus afirmaciones, hasta impiden en la actualidad la compra de vacunas contra el COVID-19. El segundo para reafirmar que las soluciones pasan por el cambio político.
Guaidó le suma a la precariedad de las condiciones de vida de los venezolanos, las violaciones de derechos humanos contra quienes piensan distinto y exigen alimentos y mejores servicios públicos y la existencia de más de 300 presos políticos. Así, insistió en su discurso, no se puede hablar de diálogo.
“Un gran diálogo político donde estemos los 277 diputados y todos los actores políticos que participaron en la elección y no quedaron y me atrevo a decir que los que no participaron en las elecciones, a ellos también los convocaremos, ellos verán si aceptan o no”, pareció responderle Rodríguez posteriormente desde el Palacio Legislativo.
Castellanos recuerda que mientras transcurren los enfrentamientos políticos la crisis económica y social del país se agrava a cada segundo.
“Las sanciones han tenido efectos y perjudica a todos, incluyendo al chavismo madurismo. Hay un claro descontento social expresado el 6 de diciembre. Para destrancar el juego y buscar oxígeno de ambos lados no descarto a futuro a corto plazo algunos acercamientos”, insiste.
Para tener peso en las negociaciones indica, la oposición debe estar unida, con un liderazgo probado en las calles, con claridad de propósitos, de acciones y rendición de cuentas, para ganarse de nuevo a una población desanimada y decepcionada.
“Los actores venezolanos que están en el exterior deben procurar que se logre ese acuerdo nacional en Venezuela a la par de ser voceros de todo lo que ocurre en el país, a los fines de interceder ante gobiernos, organizaciones de derechos humanos, instancias políticas multilaterales, entre otras. Las apetencias por el poder deberían quedar relegada a un segundo plano”, sugiere.