Unos llegaban y otros se iban, pero todos se encontraban en el mismo punto. Como cerrando un ciclo. Era difícil saber si tomaban una vía o la otra, pues ya cerca del mediodía y antes de las dos de la tarde, quienes marchaban parecían tener una vía determinada. En parte, la lluvia que cayó a esa hora, marcó la partida.
-¡Qué ladilla esta lluvia que va a dispersar a la gente!, dijo un motorizado arropado con la bandera tricolor amarrada en el cuello a modo de protección.
-¡No! Dios echó una agüita para bendecirnos, le respondió otro motorizado visiblemente emocionado por la cantidad de gente que había visto en un recorrido por la ciudad de punta a punta.
En la autopista Francisco Fajardo, una caravana vestida de rojo intentaba callar desde abajo, los gritos y las consignas de lo que manifestaban en las avenidas Libertador, Francisco de Miranda y Río de Janeiro en lo que fue llamado la #TomaDeCaracas.
A la 1:00 pm, la Guardia Nacional cerró todo el acceso este y oeste de la autopista. Se desplegaron en cuatro puntos de la Francisco Fajardo. Solo quedó abierto el canal que baja hacia Las Mercedes. Los manifestantes, desde los carros, les gritaban “vénganse con nosotros”; o “tenemos hambre” o una versión un poco más agresiva: “Me imagino que tú tendrás tu nevera llena“. En el cielo un helicóptero del Cicpc daba vueltas y los uniformados trataban de mantenerse en pie con el calor acuciante.
Algunos manifestantes caminaban por la autopista. “No, nosotros no nos vamos para la casa. Vamos a seguir dando vueltas por ahí”, se justificaban. No abandonaban el barco, solo daban una vuelta a babor.
-¿Por qué decidieron saltar a la autopista, si se supone que la Mesa de la Unidad Democrática dijo que todo el mundo debía volver a su casa?
-No, es que yo vine un momentico a comprar algo en el CCCT. Voy a comerme algo en Don Taco.
Risas. No podía ser de otra manera. La amenaza de las bombas lacrimógenas que luego se concretó. La tensión de las exigencias multitudinarias. La presión de la calle.
María dice que bajó a la autopista para hacerse notar. “Yo vine a celebrar porque fue una jornada maravillosa”. Pero Ketty Sánchez se quejaba: “Lo peor que ha hecho la MUD es mandarnos para la casa. Yo me quiero quedar en la calle“. Hasta cuándo. “Bueno, la gente también se cansa. Hasta que otros aguanten”.
El conductor de una gandola preguntaba, casi ingenuo: “¿Y cómo llego de aquí a Maracay?”. Alirio Fonseca: “La verdad es que vine a la autopista porque no cabíamos ni en Las Mercedes ni en la Río de Janeiro. Entonces nos venimos para acá”.
Ya a las 2:05 pm la GNB se retiró. Una llamada por radio y tomaron sus enseres y se fueron. A partir de ese momento llegó el caos. Carros en contravía. Este y oeste se confundían. Unos y otros se preguntaban hacia dónde iban. Cargaban la bandera extendida. La gente caminaba en la calle. La mayoría a sus casas. Algunos rezagados. Sabían que el ciclo se cerraba. Y ya habían encontrado su camino.