No hubo consigna única que se gritara a los cuatro vientos. La actitud de la mayoría de los manifestantes de la marcha convocada por el Gobierno Nacional este 1 de mayo tenía su propio ritmo, uno muy diferente al que se veía a través de las imágenes emitidas por Venezolana de Televisión.
Cerca del mediodía, los manifestantes identificados con el oficialismo partieron desde los puntos de concentración pautados hacia la avenida Bolívar, la arteria vial que el chavismo llenó por años.
En esta ocasión, el panorama fue otro: después del Museo Nacional de Arquitectura, la ausencia dejaba ver grandes espacios de asfalto, convirtiendo a la llamada “marea roja” en un río un poco más pequeño.

A lo largo de la calle había varias tarimas, camiones con sonido y pantallas para poder escuchar con claridad lo que se decía en la tarima principal, sin embargo, las grandes cornetas con música opacaban los discursos políticos. “Pásame la botella, quiero beber en nombre de ella”, cantaron y bailaron algunos antes de la alocución presidencial. Otros, aprovecharon el tiempo para reflexionar.
“No es posible que gente pobre, humilde, de nuestros barrios apoye a la derecha”, dijo un locutor al tiempo que invitó a la población a utilizar las redes sociales.
Los trabajadores informales hicieron su jornada. Además de vender tortas, helados y papelón con limón, se comercializaron cervezas, guarapitas y ron a Bs. 10 mil la botella. Jhonny, un vendedor ambulante aprovechó el gentío para ofrecer sus afiches con mensajes de amor, no sin antes reflexionar sobre la actividad celebrada justo un día después del anuncio de aumento salarial por parte del Ejecutivo Nacional.
“Este desastre es culpa de los dos (oposición y oficialismo) unos porque están metidos en tumbar a Maduro y los otros porque no saben qué hacer, no actúan bien. Antes por lo menos tú conseguías. Yo me acuerdo que en la bodega donde yo vivo, yo hacía mercado, pero ahora nada. ¿Qué haces tú con aumentar si no hay qué comprar?”, dijo mientras descansaba bajo un árbol en la avenida Universidad, arteria vial donde había una tarima con motorizados que apoyan la gestión del Presidente Nicolás Maduro.
Por su parte, un empleado de la Zona educativa de Maturín -quien no quiso revelar su identidad- dijo que llegaron a Caracas 35 autobuses provenientes de varias zonas del estado Monagas. Se abstuvo de comentar si estaba a favor o en contra de la orden de asistir a las marchas, pero sí afirmó que estaría “como una caldera” si no le hubiesen dado refrigerio a sus muchachos, a quienes él tiene la responsabilidad de movilizar.
Además de estos vehículos, en las cercanías de la Plaza O’Leary y en la avenida Baralt, se estacionaron decenas de autobuses, algunos identificados con el estado de procedencia.
El presidente Nicolás Maduro se subió a la tarima cerca de las 4:00 pm. Tocó música pero pocos le prestaron atención. El calor y el cansancio, hizo que muchos manifestantes prefirieran hablar entre sí sobre asuntos varios, no obstante, algunos reclamaban que el aumento salarial no serviría de mucho si luego se alzaban los precios.
El llamado “hijo de Chávez” tomó las riendas y arrancó su intervención con el Himno Nacional en la voz del líder de la revolución. Pocos alzaron el puño y entonaron el Gloria al Bravo Pueblo, seguían en su mundo, esperando a que todo terminara.

Algunos se sentaron en la isla, otros buscaron refugio en la sombra y se acostaron a dormir en el piso, mientras que varios daban marcha atrás al tiempo que el mandatario nacional daba sus anuncios.
Pocos miraron una de las tantas pantallas instaladas a lo largo de la avenida Bolívar. Algunos aplaudieron el control de precios y sólo los más radicales levantaron la mano para celebrar el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente.
Terminó la marcha y con ella una jornada en la que casi ningún trabajador se atrevió a hacer reclamos. Solo llegaron, marcharon y se fueron.